El curso llegó a su fin los primeros días del mes de noviembre, en el transcurso de dicho mes el contacto por correo electrónico fue más o menos constante, en el mes siguiente por tratarse de diciembre y las visitas personales de cada quien, fue más difícil mantener el contacto y así llegamos a enero, donde como todo proceso, el curso pasó a ser algo del pasado de cada quien.
Hoy al ver una foto en el periódico donde aparece nuestro querido profesor, o el sábado en la tarde al recordar: “a esta hora estarán saliendo los nuevos alumnos con sus panes calientes”, recuerdo con nostalgia lo que significó para cada uno de nosotros ese curso, en la tarde salíamos sudados, cansados, pero con la alegría de haber vivido la experiencia mágica de hacer pan, y de hacer planes y de hacer amistades y de repartir panes.
En el camino de regreso a mi casa, sentía el cuerpo cargado de toda esa serie de emociones, mi pensamiento iba de un lado a otro, entre lo vivido y lo por hacer, de un momento a otro mi pensamiento me llevaba de una situación a otra, con la bolsa de tela cargada de panes en el asiento de al lado, el olor a pan recién sacado inundando el carro, mi mente anticipándose a lo que dirían mi hijo y mis vecinos cuando llegara a casa y vieran los hermosos panes creados ese día; de pronto me traía la imagen del curso otra vez, el revuelo a la hora de salir, el descanso en los minutos de horneados, en estos minutos el panadero vuelve a su mundo normal, en esos instantes de descanso lo invade de nuevo su realidad, recuerda las cosas pendientes, la familia, los amores, porque en las horas antes, su mente vivió en el mundo exclusivo donde ninguna de estas circunstancias tienen cabida, sin embargo en estos momentos mientras el pan es horneado el panadero vuelve a abrir la puerta de su pensamiento y deja entrar al recuerdo, Freddy era uno de ellos, solía sentarse en una actitud que denotaba que se encontraba recordando, creo que su mente viajaba en la distancia hacia un lugar muy lejos, en la montaña quizás, y cualquier conversación que alguno de nosotros tratara de entablar terminaría siendo guiada por él al sitio donde estaba su hogar; mientras tanto en otros rincones del Instituto Ana revoloteaba entre Moreamor y Tiziana, Ana, con sus horas de extrema alegría y luego su silencio, a veces aún cuando habla está como callada, el contraste de su decir y su silencio es inquietante, de pronto es como el mismo aroma del pan que envuelve todo el lugar y a todos los que encuentra a su paso, y luego pasa y su calma es entonces inquietante, todos esperan que vuelva a remeter y no lo hace, ella adora el curso le gusta estar allí, pero llega y es como si quisiera irse, se va y quiere volver, le encantan los proyectos de panes especiales, pero vive más los proyectos de sus compañeros que los propios, se preocupa por todos y a todos ayuda, emite su opinión clara sin pensar en adornos, pregunta y repregunta, a la hora en que el pan se encuentra en el horno, ella da vueltas como una mariposa hasta posarse en un lugar apartado donde su pensamiento entra en lucha entre abrir la puerta a los pensamientos de su realidad o mantenerla cerrada, cuando no le ha sido posible cerrarla se nos escapa y en su lugar queda su presencia ajena y extraña.
Pero en esos momentos no se queda sola, su presencia no está sola, alguien vela a su lado, le habla y entre risas la hace volver, y sus risas empiezan a escucharse en todo el lugar, es una risa contagiosa que una vez que empieza no puede parar, es Moreamor que con su observación velada, la saca de sus pensamientos y juntas van de un lado a otro mientras el pan sale del horno, en ese momento la risa vence a la tempestad y unidas buscan contagiar a los demás, Moreamor por su parte me recuerda a mi querido pan chino, porque ella es sorprendente en su reír, en su-dar y en su forma de transmitir sus discrepancias, el pan chino también es sorprendente y si lo observas a primera vista te deja desconcertado, es un pan entre redondo y alargado, entre dulce y salado, entre blanco y dorado, y todo ello envuelve una delicia en olor y sabor, algo diferente por su textura y sabor, así de desconcertante es Moreamor, cuando la conoces crees que es una mujer esquiva, pero luego cuando ella te conoce y te acepta, te da lo mejor de su patrimonio, su amistad, se ríe y reparte lo que tiene, bien sea coca cola Light, sushi o alguna de sus tortas producto de sus inventos raros, y si requieres de su ayuda no duda en darte la mano, igualmente actúa cuando discrepa de tu opinión o de tu actuar, rápida y claramente emite su opinión o su queja, su molestia o su decepción, por eso el pan chino es extraño si quieres un pan dulce no lo comas porque es salado y si lo que quieres es un pan salado no lo comas porque es dulce, así son las cosas con Moreamor, si quieres una amiga no la busques ella te encontrará a ti, si quieres solo una conocida no la busques ella es demasiado sincera y demasiado amor para solo conocerla y pasar por su vida sin llevarte el recuerdo de todo lo que te pudo dar.
Ella, Tiziana y Oscar fueron la levadura del curso, y llegó la harina representada por Juan Carlos y se mezclaron con todos los demás ingredientes, representados en todos aquellos compañeros que a lo largo de este escrito he tratado de retratar lo más posible, y juntos todos, mezclados entre sudor, risas, hambre y deseos preformaron un gran pan nuestro de cada día, el pan venezolano, el pan de los amigos, el pan del amor.
Gracias a todos y a cada uno de mis queridos pannitas, cada uno de alguna forma me dio un poco de si y por ello a cada uno de ustedes les mando mi amor por siempre.
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